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01 agosto 2007

La medición del tiempo, campanas, relojes y calendarios en Baños de la Encina.


El tiempo, antiguamente, pasaba de manera muy distinta a la actual y no existía la prisa, se vivía a un ritmo distinto, mas lento, sin prisa y las campanas eran las que marcaban el paso del mismo, ya que el reloj mecánico se pone en Baños en 1869, hace tan solo 138 años y otros relojes públicos, como el de sol, no hay noticias que los hubiera.
Las campanas que se conocen en Baños son de principio del XVIII y XIX, cuando se termina la torre y se va cubriendo los huecos con las campanas, de las que si hay algunos datos. Las cinco campanas existentes en la Iglesia Parroquial de San Mateo de Baños sufrieron un fuerte quebranto, ya que en 1936, las tiran todas al atrio, salvo la del reloj, sin duda por no tener una función religiosa como las otras.
La “Santa María” de gran tamaño, colocada sobre la antigua calle Donosa, en el primer hueco a la derecha de la torre. El “Esquilón chico” a la derecha de la anterior. El “Esquilón grande” o de San Antonio a la derecha de la campana del reloj y la campana “Santa Fe”, también grande colocada en el hueco que da a la plaza.

Solo quedó la campana del reloj que erróneamente en el pueblo la llamaban “San Pedro”, pero su verdadero nombre es el de “Nuestra Señora de los Dolores” hasta el punto que se decía en Baños en los años veinte:
“La Campana “María”
Le dice al Reloj:
Como te llamas “Pedro”
Tienes tan buen son”
Y es verdad que suena muy bien y es la única que se salvó en el campanario; había sido fundida en el Castillo, por la Casa Rosas de Torredonjimeno, que ya tenían fundición en 1840. Era párroco, como consta en la inscripción fundida D. Andrés Miguel de Ortega.

Las campanas marcaban el ritmo de la vida, ya que no solo “daban” las horas, sino que anunciaban de los peligros de ataques, fuegos, grandes acontecimientos locales o nacionales, como sucedió con la proclamación de las Ordenanzas Municipales que fueron aprobadas en Baños el 24 de junio de 1742, fiesta de la Natividad de San Juan Bautista, diciéndose en el preámbulo: "...por esta razón estarán en esta Villa todas las personas individuas della en Junta Gral. que se hará en el pórtico de Santa María la Mayor, donde hay costumbre de zelebrarse todos los Cavdos. Grales. (Cabildos generales) y Juntas de Cofradías y demás actos ppcos (públicos)". En el referido pórtico se leyeron y promulgaron las Ordenanzas en voz alta, por el escribano del Cabildo, a las cuatro de la tarde convocándose al pueblo "a campana tañida" durante una hora, asistiendo también al acto los sacerdotes con cargo parroquial que eran entonces el prior licenciado don Francisco Caridad Villalobos con los beneficiados don Martín de Linares Carrasco, viceprior, don Juan Bernardino de Espinosa y don Juan Álvarez de Orbaneja.
También con motivo de las fiestas y actos que se celebraron en julio de 1833 con motivo de la Jura de la Serenísima Princesa Hija primogénita de nuestros Reyes, Doña María Isabel Luisa de Borbón,
“El Alcalde mayor de aquella Villa D. Juan José del Carpio dispuso de acuerdo con el Prior de la Iglesia parroquial D. Andrés Ortega, se anunciase tan plausible disposición con repique general de campanas, que tuvo efecto en aquella misma noche.” Y describiendo las ceremonias se dice que
“…se descubrieron los retratos de SS. MM., que estaban colocados en el gran balcón de las Casas Consistoriales, verificándose la ceremonia por el Alcalde mayor a la voz de viva Fernando VII, su Esposa y Princesa de Asturias, a que contestaron los muchos espectadores de que estaba la plaza llena, sucediéndose un largo repique de campanas, cohetes, una sonata tocada por la música marcial y salvas de los Voluntarios...”
En Baños recuerdo de pequeño, que las campanas eran las que nos guiaban en nuestros quehaceres. Se oían los toques a las Misas por las mañanas, por la tarde, a las cuatro de todos los martes, tocaban a la Doctrina Cristiana; a las doce El Ángelus, que determinaba que ya en verano podíamos ir a las colas a bañarnos, a las dos las Vísperas, para regresar, pues a las dos y media había que estar sentado para comer o los toques por la tarde para recogerse. También te sobresaltabas cuando tocaban a agonía, diferenciando aún en Baños, si el fallecido era hombre (tres toques) o mujer (dos). En los veranos secos y calurosos en los entierros de los niños a “gloria”. Y en las tardes calidas a “arrebato”, por un incendio en la sierra y entonces veías llegar a la puerta del Ayuntamiento al camión de “Los Columpios”, mientras que los hombres, con palas, hachas, azadas y otras herramientas de labranza iban llegando, buscando la sobra, a la plaza, para salir cuanto antes. En invierno para los Santo y Difuntos, toda la noche la pasábamos los monaguillos doblando las campanas “amuerto” y la tarde anterior recorríamos el pueblo de casa en casa, con una campanilla, pidiendo “para las ánimas y los “tocaores” de la Parroquia”
En sustitución de la “María” se colocó en Baños la campana “San Mateo” en enero de 1958, de acero al manganeso de regular tamaño y de 216 kilos. A la derecha de San Mateo el día 16 de marzo se colocó, otra campana, mas pequeña llamada “San Luís” y con posterioridad se rellenaron los huecos y también se pusieron en el Santo Cristo.
Hechos milagrosos cuentan en Baños de caídas de badajos, uno de ellos en el atrio de la Virgen de la Encina, en una romería llena de gentes, sin causar daño alguno; hay datos en otras poblaciones como aparece en las cuentas de la parroquia de Vilches en 1704, se cita una partida de 37,5 reales para pagar “el travaxo de poner la campana que se cayó de la torre. También su volteo podía provocar accidentes, todos teñidos de aspectos milagrosos.
El reloj de Baños lo puso mi bisabuelo D. Diego Muñoz-Cobo Arredondo, cuando era Alcalde en 1869, como ya se ha referido, cuyas pesas, en un principio iban por el exterior, cayendo sobre un pequeño ángulo entre la torre y la Iglesia, que siempre se ha llamado ”Perilla del reloj”. Luego se colocaron las pesas por el interior.
No aparecen con facilidad los relojes en los inventarios particulares. Con el siglo XVII su uso tiende a generalizarse y con el siglo XVIII su difusión fue mayor. Así en 1783 el abogado D. Manuel del Rincón declaraba, en su testamento, tener "un reloj de bolsillo". En un documento notarial de 1807 el vecino de Baños de la Encina, D. Antonio Ignacio Herreros contaba entre sus bienes "un relox de repetición" valorado en 300 reales.
Es evidente, sin embargo, que la dependencia del tiempo marcado por los relojes mecánicos se hizo más notoria. También la posesión de relojes, que dejarían de estar limitados en su uso a ambientes clericales o administrativos, para entrar en los ámbitos domésticos.
Esta mayor presencia del reloj se refleja en las reglamentaciones realizadas por los gobiernos locales, en los que se dan horas concretas para la realización de ciertas actividades. Los cambios de los horarios estaban además relacionados con los ciclos estaciónales. En 1623 el alcalde mayor de Jaén dispuso que, siguiendo la costumbre, entre primeros de abril y finales de septiembre los cabildos se iniciasen a las ocho de la mañana, y en el resto del año a las nueve .El Cabildo Municipal de Baños de la Encina, según sus ordenanzas del siglo XVIII, estaba obligado a hacer sus reuniones los lunes a las nueve de la mañana, desde san Miguel hasta finales de abril. Y desde primeros de mayo a san Miguel la hora de reunión se adelantaba a las ocho de la mañana. En 1730 el horario de los oficiales de las carnicerías de Jaén era de 4 a 11 de la mañana y de una a seis de la tarde.
El santoral marcaba el calendario y de manera especial el año agrícola, no coincidente con el astronómico. En septiembre terminaba y se iniciaba el año, muchas referencias en los contratos. Enero se iniciaba con la Natividad del Señor y “hasta San Antón Pascuas son” y era tiempo de matanzas, para meternos de inmediato en la Candelaria y San Blas, con bendición de panes, como protector de las gargantas y ya casi sin solución de continuidad la Cuaresma y la Semana Santa, con sus costumbres culinarias y exigencias eclesiales, ayunos, abstinencia y celebraciones especiales. En Baños las magdalenas, los pestiños, las torrijas y los hornazos, como mas típicas viandas de esa época, además de los bacalaos, los espárragos trigeros y los potajes de vigilia o de viernes, con sus panecillos flotando, y ya, mayo ña Feria y la Romería de la Virgen de la Encina, y como típico, además de otras esquisiteces , el albondigón, rollo de carne picada,con huevos duros, jamón serrano picado y especias, y una vez cocinado y bien prensado se tomaba cortado en rodajas y frío
Las eras y los melonares tenían también su propia vida. En los melonares se hacía el chozo y se iba a “vivir” allí, para trabajar y dar vueltas y para ahuyentar a los descuideros. Por las tarde los familiares y amigos solían ir al melonar o tomar, las sandias, los melones o una buena pipirrana de tomates recién cogidos.
La era es uno de los sitios que mantengo mejores recuerdos. Las tardes sentado en el trillo dando vueltas y vueltas, con el sonido cansino de las chicharras en los álamos de la carretera. La recogida de la parva, subidos en el palo que con las sogas iba recogiéndolo todo, las tardes , de aire, aventando y poco a poco y casi por sorpresa ver aparecer el pez rubio dorado del trigo o pálido de la avena o con tintes verdosos de la cebada, que había que meter en aquellos costales estrechos de rallas o la paja en las barcinas, o los garbanzos, que te dejaba los brazos o las piernas (usábamos pantalones cortos), llenos de pequeñas ronchas. El chozo era algo especial y no puedo olvidar el “gazpachuelo” que hacía “El Chache” y que era lo mas rico que se podía tomar y desde luego mucho mas sabroso que el de casa. Las bromas con los zagales de otras eras, mandando a por el “nivel del aire” y regresando el pobre novato con un saco, donde le habían metido, una barra de hierro y unos buenos peñones, y las risas de todos en el borde, al ver llegar al pobre muchacho, sudoroso, que al darse cuenta, empezara a proferir improperios a todos.
Llegaban las verbenas de San Juan y San Pedro y luego Santiago y ya en agosto la Asunción de la Virgen y el verano ya casi vencido, en septiembre la Novena a la Virgen de la Encina y los Esclavos y ya metidos en Otoño, la preparación de la aceituna y antes los Santos y los Difuntos y de nuevo el frío, y la Navidad, con los mantecados y otros productos propios de esos días.
Como hemos visto en este rápido paseo por el calendario, este tenía gran trascendencia e importancia, el la vida diaria, en el vestir, en la alimentación (frió, calor, alimentos de temporada, en épocas sin neveras) en las relaciones sociales, en las visitas, en las fiestas etc. No hemos hablado de las quintas y de otros eventos, los chumbos de los huertos,a donde se iban los novios en verano , o ya en septiembre “la lana” en Juan de las Vacas, épocas de las bodas, una vez recogidas las cosechas, la vuelta a la escuela, la tinta que se hacía con aquellas pastillas, los braseros para los Maestros, la leche en polvo, el queso y la mantequilla de la ayuda americana, temas que tendremos tiempo de retomar en otro momento.
Seguiremos con nuestros recuerdos.
DMC.
[Algún dato tomado de: Juan Muñoz-Cobo. "Baños de la Encina, un viaje por su historia milenaria". Jaén 1988. Ángel Aponte Marín y Juan Antonio López Cordero”El Miedo en Jaén”, Diputación Provincial. Jaén, 2000.]