Siempre me gusto la procesión de la Virgen de la Encina al rededor del Santuario. El atrio que no queda ni espacio para las andas, los pétalos de las flores y la campana cantarina, la música, el mimo con que va saliendo casi rozando las piedras, los vivas y los cantos. La hora de calor y los corazones henchidos de amor, devoción, peticiones, acción de gracias.
Los feriantes y los puestos llenos de chucherías rozando el cortejo.
Antes la encina centenaria, con sus ramas, se inclinaba para rozar a la Reina del Cielo y Chiquitilla de los Olivares, en su camino triunfal.
En la parte de atrás, pasado el majoleto, "que mire para Guarromán" y los aplausos de los romeros y forasteros y en el corazón la petición de que no deje de mirar a Baños, a todas las localidades donde tuvimos que emigrar los bañuscos, Bailen, Carolina, Linares, Jaén y Tenerife, Valencia, Barcelona , toda Cataluña, Madrid, Gijón y España entera. Que nos ayude y nunca nos abandone.
Sigue rodeando el Santuario y e nuevo en el atrio, la entrada triunfal y hasta el Camarín, para descansar para el regreso.
El párroco desde la salida, como uno mas se puso en las andas y acompaño a la Patrona portándola.
Terminada la procesión las familias y amigos se desperdigaron por todo el llano y los olivares próximos para compartir las viandas mas exquisitas, con los caldos más selectos y las cervezas y refrescos mas frescos.
Las muchas invitaciones que tengo, no las.