OLIVARES Y OLIVARES
Olivares y olivares
de loma en loma prendidos
cual bordados alamares.
Olivares coloridos
de una tarde anaranjada.
Olivares regruñidos
bajo la luna argentada.
Olivares centellados
en las tardes cenicientas,
bajo los cielos preñados
de tormentas…
Olivares, Dios os dé
los eneros
aguaceros,
los agostos de agua al pie…
Los vientos primaverales
vuestras flores racimadas…
Y las lluvias otoñales
vuestras olivas moradas.
¡Olivar, por cien caminos,
tus olivitas irán
caminando a cien molinos!
Olivar y olivareros,
bosque y raza,
campo y plaza
de los fieles al terruño
y al arado y al molino,
de los que muestran el puño
al destino:
los benditos labradores,
los bandidos caballeros,
los señores
devotos y matuteros!
¡Ciudades y caseríos
en la margen de los ríos
y en los pliegues de la sierra!
¡Venga Dios a los hogares
y a las almas de estas tierra
de olivares y olivares!
Así termina el “Auto del Santo Reino” de Gala. Los personajes que han intervenido, van recitando, el Juglar, el pueblo, Fernando III el Santo, Miramamolin, Viriato, San Juan de la Cruz, Santillana, para concluir el Olivo, en torno al cual se desarrolla toda la historia.
Escenario y el olivo en el centro
Recuerdo el día de la representación en el Castillo, se celebraba el Milenario; se fue oscureciendo la escena, para centrarse en el Olivo, en el centro del adarve, fuertemente iluminado, para poco a poco, con sus últimos versos, llegar al oscuro final.
Las miles de personas, que llenábamos el patio de Armas del Castillo, aguantamos la respiración, sabiendo que habíamos asistido a un hecho histórico, la celebración del Milenario de nuestro Castillo, y emocionados, puestos en pie, rompimos en aplausos, aclamaciones y vítores.
DMC.