PASEO POR FUERA DEL CASTILLO DE BAÑOS DE LA ENCINA
Desde la plaza de la Constitución, es la subida natural al cerro del Cueto.
La calle de gran solera y casas
de piedra del XVII-XVIII, nos lleva en una semi curva, muy árabe, a la
explanada, donde estuvo (hoy solo recuerdos), la Iglesia parroquial, primera
que se conoce de Santa María del Cueto.
Se enmarca y termina, con la colocación
en tiempos del alcalde Rocha, del arco.
El emplazamiento es colosal, bien sabían
los primitivos, buscar la ubicación, para su defensa, la colocación de sus
templos o el emplazamiento del Castillo de Burglimar.
El castillo de Baños, de los más
antiguos de la Península y sin duda, al ser su construcción de argamasa, en la
parte árabe, el mejor conservado.
Para los que hemos nacido bajo
sus almenas, siempre fue algo tan nuestro, que casi no le damos importancia, o
desde luego, la que tiene.
Mi padre Juan Muñoz-Cobo inició
de un manera sistemática, el estudio del mismo, de las historia, de la época,
de ahí su difusión, sus publicaciones, sus conferencias e impulsor de la celebración dl Milenario en
el año 1968. En sus archivo personal se conservan cientos de cartas, con
cultura, ministerios y personalidades.
Mi hermano Juan Fernando Muñoz-Cobo Rosales ha continuado el estudio y
publicó en el Boletín de Estudios Giennenses, del año 2009, paginas 57 a 105, el
documentado trabajo de investigación “El castillo de Burgalimar de Baños de la
Encina (Jaén) y la lápida fundacional”, donde se demuestra, con documentos
existentes en la Real Academia de la Historia, que es de época Califal (968) y
la lápida que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional, procede de Baños.
Se han hecho y se seguirán
haciendo aproximaciones, algunas con conclusiones sacadas a la ligera.
Pero lo importante es que está ahí
y que pasear por su entorno, es de una
belleza impresionante.
El Ruedo, los Charcones, el mar
de olivos, las Sierras, la lejanía.
Las colas, la Sierra, el Navalmorquí, la dehesa del Santo
Cristo, los pinos, la expansión de la Llanada.
Y las almenas, los lienzos de las
almenas defensoras en diversas épocas, inhiestas, seguras, con mil historias
que contar y testigos de múltiples episodios, leyendas, amores, duelos,
litigios, muertes.
La salida de poniente, con su
reja actual.
El pueblo, el Santuario entre
casas, la parroquia de San Mateo, como contrapunto.
La almena gorda y el pasillo que
comunica con los bardales de la calle, sus puertas, sus patios, sus gentes.
Las almenas de levante y la
puerta. Me alegra ver en su sitio la reproducción de la lápida, que intentaron
robar y sacar de las abrazaderas que la sujetan.
La Cestelería información al viajero y de nuevo la
explanada, bajada a la Cestería y por Santa María a la Plaza Mayor.
Antes de llegar a la plaza, con
la Iglesia al fondo, la casa de la esquina en ruinas, que además del peligro
evidente para viandantes locales y foráneos, la estampa de dejadez,
fealdad y amenaza de la fachada, balcón y
ventana aplastada.
Con el sol del invierno y el día
luminoso, la vuelta alrededor de nuestro Castillo Milenario, supo a poco.
Hay que repetir siempre que se
pueda, cada vez encontraremos algo nuevo, y siempre disfrutaremos con la
monumentalidad, el sosiego y la paz.
DMC