Desde siempre, en todos los tiempos y
culturas se ha tenido una devoción, un respeto y un culto a los muertos.
Los seres que han vivido juntos, al morir
alguno de ellos, sentían algo muy especial. Los enterraban debajo de sus
viviendas, como en la edad del bronce, los amortajaban, embalsamaban y cubrían de
joyas y bellísimas ropas, como en la cultura egipcia. Les ponía alimentos, armas
y utensilios como si les fueran a hacer falta.
Procuraban poner señales, lapidas funerarias,
para mantener su memoria, la de los romanos, con frases cariñosas “que te sea
leve”, en alguna de Cástulo, o la del niño QUINTO ARTULO, del siglo II procedente de Baños, que representa al hijo de un minero con martillo
y cesta, qe viste el “sagum” tradicional , que citan los autores del folleto “La minería hispano-romana en el
termino municipal de Baños de la Encina”, donde se puede leer : Quintus Artulus
IIII. Sit terra levis”, que traduce mi padre en su libro como ¡Aquí yace Quinto
Artulo, de 4 años de edad. Seate la tierra leve!
La sierra de Baños esta llena de sepulturas antropomorfas,
algunas muy cerca de Santa Amalia y en el famoso Cerro de las Sepulturas.
Con el cristianismo, se iniciaron las
Catacumbas, donde se enterraban, generalmente a los mártires del Coliseo,
llenos de símbolos como el pan o los peces. Ya se dio un sentido trascendente,
y los cuerpos sin vida se empezaron a enterrar en las Iglesias o en sus alrededores.
En “lugar sagrado” se decía.
A principios del XIX se dictan ordenes dando
competencia a los Cabildos Municipales y en Baños, siendo el Ayuntamiento
titular del Castillo, lo convierte, durante 98 años en Cementerio desde 1824,
hasta 1922, que se inaugura el actual en la zona de La Peñasca, siendo alcalde
mi tío abuelo y padrino D. Enrique Muñoz-Cobo Jiménez, con el nombre de Jesús del Llano.
El Castillo se empezó a limpiar a mediados
del siglo pasado, quedando para el Milenario (1969) sin nada a la vista,
concluyendo la retirada de restos con las obras de excavación hace dos o tres
años.
Baños desde que se recuerde tiene la tradición
de “Los Santos”. Mientras que las campanas de la Parroquia tocaban dia y noche
a muerto, los hombres con una arroba de vino peleón manchego, unas hogazas de
pan, sal y unas escopetas, se iban a un chocillo en la sierra “a quitarse de
los toques y los rezos de las mujeres, delante de los retratos de los finados,
alumbrados con unas lamparillas de aceite, y a pillar unas buenas tajadas”.
Como monaguillo salíamos por las casas con
nuestra indumentaria y roquete, y un par de canastas, pidiendo “para los
tocaores de la parroquia”. Nos daban harina, granadas, algún melón, y lo que
encontraran buenamente, y hacíamos las gachas en el campanario. Normalmente por
la mañanita íbamos de liria a lo alto del Pilar de la Virgen, que siempre ha
sido un buen paso de pájaros.
Hoy no son los hombres, es el pueblo entero, incorporándose,
como es lógico, la mujer también, las
peñas, los grupos, las pandillas y hasta los niños, en los bajos de las casas o
en las cocheras. El pueblo se queda solitario
La costumbre de ir al cementerio, limpiar y
arreglar la tumba de los seres queridos, ponerle flores y asistir a la misa el día
2 a las 12 allí junto a la Capilla, viniendo de fuera muchos amigos y conocidos
que ya no viven en el pueblo.
Mantengamos nuestras tradiciones, honremos y
recemos por nuestros difuntos, cada cual según sus creencias y rechacemos las
modas importadas de Halloween.
DMC