AVDA. JOSE LUIS MESSÍAS JIMÉNEZ.
EMBAJADOR
Es curioso, como mi tío José Luis, tiene dos calles en Baños de la Encina, esta Avenida con su nombre, y luego, en el Santo Cristo también la Avenida del Marqués de Busianos. Quería mucho a mi padre y cuando era pequeño le daba clase; era como todos los niños, revoltoso y estudiaba poco, y se ponía de rodillas de forma muy teatral, y le decía: “Primo Juan, por Dios, no se lo digas a mi padre”.
Una mañana, estaba en la plaza, por la cochera de Paco Valle, y aparcó un coche azul, se bajó mi tío José Luis, preguntó por mi padre, lo acompañe a casa. “Un momento Juan, vengo a despedirme”. Salió mi madre también y fue la última vez lo que lo vi. Murió un año antes que mi padre, en noviembre de 1997, con sólo 77 años.
Algún día escribiré algunas cosas, de sus cosas en Baños, con Fernandito, sus conocimientos culinarios, siendo miembro de la Real Academia Española de gastronomía, que tiene instituido un premio denominado “Marques de Busianos, habiéndose otorgado, el del año 2009 (último que tengo noticias) al Jamón Ibérico, en sus cuatro denominaciones de origen: Huelva, Dehesa de Extremadura, Pedroches y Guijuelo. Anécdotas y alguna cosilla, que me relacionó con él desde bastante joven.
Hoy el título de Marquesa de Busianos, lo ostenta mi tía Pilar Messía Jiménez, que por Orden de 4 de febrero de 1999 (Boletín Oficia del Estado de 10.03.1999) se manda expedir, sin perjuicio de tercero de mejor derecho, Real Carta de Sucesión en el título de Marqués de Busianos, a favor de doña Pilar Messía Jiménez, en nombre de S. M. el Rey (q.D.g.)
Directamente, lindando con el Torreón salgo al chalet, de los buenos amigos Alfonso y Vera. La vista hacia es Castillo es muy bonita, así como la de la Llamada; ya oscurecido, pero con ese color de despedida del día, que te llena y engloba, te envuelve de un azul oscuro y claro a la vez.
De pequeño no había nada, bueno casi nada y bajábamos por ahí a las colas, alguna cochera, de las que queda esta puerta, que por si solo es un monumento, una escultura, un poema, una belleza con esa puerta con la madera carcomida, retorcida, la pintura verde medio saltada.
El Bar Restaurante “La Encina”, del bueno de Ángel, donde se tomaban muy buenas tapas, con un trato exquisito, en un ambiente cálido en invierno y una terraza para el verano, con el Castillo y el Gólgota como telón de fondo.
El ambulatorio, con su rosario de gente, por la mañana, para entregar las cartillas “repetir” llaman en Canarias.
El antiguo Mercado de Abastos; paso de los puestos en la plaza, en las aceras, ahí, y luego ha sido mil y una cosas, quedando ahora de taller de cerámica y algo más.
Por donde te asomas ves la sierra, las colas, el Castillo, la Iglesia de San Mateo y el pueblo; el cerro distinto, calles y casas nuevas, le han dado otro perfil. Las vistas son únicas, y aun siendo de noche, y una noche oscura, por estar algo nublado, se vislumbran cielos, luces y sombras. Me acerco al paseo, con sus rulos iluminados, pero eso será mañana.
DMC