Los Santos que recuerdo son muy distintos a los de ahora cuando era pequeño, un niño.
No es una leyenda, sino una realidad, que las campanas de la Iglesia se pasaban toda la noche tocando a muerto. Yo era uno de los monaguillos campaneros, y Salvador el “Nene”, los Polos y muchos mas.
Salíamos por las calles a pedir en todas las casas, “para los tocaores de la Parroquia”, con nuestros trajes talares y una campanilla, no estridente, mas bien sorda, que tocábamos sin cesar para llamar la atención. La vida entonces era muy difícil.
Nos daban algunas perras y alguna peseta incluso, y cosas de comer, para lo que llevábamos muna canasta, para llevar las castañas, granadas, algún melón de invierno, harina, aceite, batatas y esas cosas, todas modestas.
La noche la pasábamos en la torre, en la zona de las campanas, tocando a muerto, y con los que nos habían dado y lo que se podía comprar, se hacían gachas o se calentabas las que llevábamos, y nos servia de cena, el cucharro y el poquillo bacalao o las “arengas” toda la noche.
Contábamos cosas de miedo, enfrente al castillo lleno de tumbas y personajes conocidos, y se pasaba el miedo tocando toda la noche, desde la tarde; las calles casi sin luz con bombillas de bajísima intensidad. Baños desde la torre, era una sombra. Nosotros tocando “Pliam, pliam, pliam, tin tin, tin, tan, tin tin, tan tan tin” y así hasta el amanecer.
Por la mañana, arrecidos del frío de toda la noche, noches lluviosas, íbamos con D. Manuel Álvarez Tendero, el párroco, a lo alto del pilar de la Virgen, andando, claro, de liria, me parecía lejísimos. Recuerdo de un año, que hasta la lumbre, para calentar y mantener la con la liria en su punto, se nos apagaba de la lluvia.
Y los hombres, solo los hombres, a la Sierra, arrobas de vino, pan y casi vivir de la caza, del terreno.
Las mujeres en las casas, encendían lamparillas, candiles y torcías en platos de aceite, en recuerdo, de los fallecidos de la familia, cuyos retratos se bajaban de la pared y se colocaban en la cómoda con las lámparas. Ese día se decían tres Misa y una de ellas en el Cementerio, cuyo camino se llenaba de mujeres enlutadas, andando y Don Manuel y acólitos revestidos con la Cruz alzada, incensario y naveta para el incienso y acetre con el agua bendita y el hisopo para los responsos.
No es leyenda lo de las campanas toda la noche del dia de los Santos tocando a muerto, yo era uno de los tocaores, de los “tocaores de la Parroquia”.
DMC.