LITERATOS Y PERIODISTAS EL HUSAR.
Escudo Muñoz-Cobo de la lápida sepulcral del castillo
Componía yo el 1911 el Libro “Poetas y Poesías” y accediendo al noble amigo, al hombre bueno que para todos tuvo los tesoros de su alma y de su fortuna, le pedí una suya para insertarla en aquella obra. La que me envió, algo así como una síntesis de su estado de ánimo, añoranza de su dulce pasado, amargura de su cansada edad, fue esta que se titula Tristes memorias :
¿Te acuerdas cuando gocé?
¿Te acuerdas que mi ansia loca
era besarte en la boca
y en la boca te besé?
Así apagaba el ardorde mi pasión y mi anhelo
y así llegaba hasta el cielo
en mis delirios de amor.
Hoy soy viejo y tu pasada
y nos queda vida poca
y ya tenemos la boca
muy sumida y desdentada.
Y aquel amor sensibleque a mi cuerpo daba ardores,
lo trocó el tiempo en dolores
de un reumatismo terrible.
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Cuyo injurio es bien sabido:El placer… es un quejido
Y un fuerte dolor… un beso.
Diego Muñoz-Cobo, 1911.
En la semblanza de Muñoz-Cobo y al lado de estos versos humoristas, campoamorianos, escribí entonces; “Si los años y los desengaños le hicieron retirarse a otro Yuste, no sería por cansancio de una vida de campañas valientes y de buen humor, sino para que en las horas postreras no le vieran llorar y ponerse serio”.Alfredo Cazabán
DIEGO MUÑOZ-COBO ARREDONDO
EL HÚSAR
Caricatura del Husar
Ya tuvo ocasión honrosa, el hidalgo DON LOPE, de consagrar delicadísima siempreviva en recuerdo de Diego Muñoz-Cobo, fallecido en esta provincia, de donde era nacido, en el mes de febrero último.
Hijo de ella, pues vivió su luz primera en Torreperogil, puede decirse de él, lo que poeta de Venusa: “No todo ha muerto”. La supervivencia del literato, es un hecho incontrovertible, pero no consuelo ni a sus hijos amantísimos, ni a los que veneramos su memoria con el cariño y con el respeto que aquel gran ingenio nos inspiró. Su vida puede sintetizarse en estos pensamientos: fue un gran corazón, abierto a la caridad por completo; fue un gran idealista que jamás se contaminó con la bajeza y la superchería; vivió con la dignidad prócer con que naciera; murió cristiano, abrazando al Crucifijo; y cultivó las supremas artes del pensamiento, con donosura no igualada, con inspiración verdaderamente soberana.Es cierto que Muñoz-Cobo dedicó cierta parte de su vida a la política, pero aún dentro de ella, se manifestó idealista, y seguía a Romero Robledo por cariño, por afecto personal, pero sobre todo por admiración al genio, porque Romero fue otro idealista sublime, patriota sin tacha, que si hoy viviera no sería comprendido por los hombres, faltos de ideas y ayunos de sentimientos. En Romero, admiraba Muñoz-Cobo el destello de aquel clarísimo intelecto, la aureola genial de aquel gran artista de la palabra, el humorismo sano del andaluz despierto y optimista; y por ello, siguiendo a Romero, mostraba Muñoz-Cobo una modalidad de su temperamento entusiasta del literato. Y fue romerista enfervorizado, al par que adorador de musas; y en la política de aquellos tiempo, veía, no la implacable lucha de ambiciones y de asaltos al poder, sino la nota festiva de vanidades, y el cortejo frívolo de esperanzas no satisfechas, y de realidades iracundas, que siempre acababan más en cómico que en trágico.
Mis bisabuelos con su hija Concha
Y el eco vibrante de sus campañas, fue aquel periódico “El Húsar” que Muñoz-Cobo escribía casi por entero, y en el que, sin herir, se agudizaba con ironía todo lo cual, se comentaba con gracejo lo del día. De aquí la indudable predilección que Romero Robledo sentía por Muñoz-Cobo. Conocía su lealtad acrisolada, su caballerosidad ingénita, su adhesión desinteresada; admiraba sus dotes de inteligencia, de iniciativa y de disciplina; por eso el efecto de Romero era muy acendrado. Y este cariño se manifestaba siempre que le hablaban de Muñoz-Cobo. Interrogado Romero en cierta ocasión, estando en su finca de Antequera, acerca de sus adeptos en la provincia de Jaén, mencionaba como hombres superiores de fe inquebrantable y de inteligencia brillantísima, a Mudarra y Párraga y a Muñoz-Cobo, diciendo del primero que era un soberano de la elocuencia, y del segundo un artista de la pluma, y de ambos, que eran dos meridionales de espléndida fantasía.
El juicio de Romero sobre Muñoz-Cobo fue el de muchos que conocieron su hermosa obra literaria. Así opinaba de él, un egregio poeta, ya fallecido, el ilustre granadino Afán de Rivera, que leyendo la magistral oda con que Muñoz-Cobo honró al inmortal Pontífice León XIII, en las fiestas jubilares que se celebraron en Jaén en el año de 1903, quedó maravillado, ante quien esto escribe, de la fluidez imponderable de aquellos versos, y de la bella genialidad de cantar los triunfos de la Iglesia sobre los poderes de Roma, nombrando en verso a todos los Emperadores. Esta misma opinión manifestaba el llorado maestro Montero Moya, escribiendo un artículo maravilloso, como suyo, en un periódico de Jaén, en protesta por haber sido desierto, por falta de trabajos, un tema de un concurso literario provincial, en aquel tiempo, y en dicho artículo periodístico, expresaba el maestro que a la cabeza de los literatos provinciales figuraba Muñoz-Cobo, por su obra extensa y exquisita.
En la personalidad literaria de éste, se observan, bien definidas, dos épocas o períodos: aquél en que, pletórico de vida y de ilusiones, cultiva la literatura festiva, con todo el gracejo y donaire de su espléndida imaginación; y aquél otro en que, desengañado de las gentes, y del bajo descenso social, se esconde en el amor de los suyos, y en la veneración gratísima de Dios. De esta segunda etapa de su vida, son sus versos más hermosos, sus más vigorosas concepciones. La oda laureada en los juegos florales de Linares de 1901 con el premio de los príncipes de Asturias; la bellísima composición en honra de su Virgen adorada de Sierra Morena, la Santísima Madre de la Cabeza; el canto verdaderamente inmortal, en el jubileo de León XIII, de que antes se hacía mención; la oda, también laureada en el concurso de Jaén, del mes de octubre de 1901; todos ellos son monumentos de inspiración, obra del genio, que inmortalizan al que los escribe, y denotan capacidad y riqueza de sentimientos, en su autor.
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Ya no está, Muñoz-Cobo, entre nosotros, entre los vivos de esta vida medrosa y fugaz. Murió con la muerte del justo, como mueren los cristianos, como mueren los de su extirpe, noble y caballerosa".
L. M. C.
Nota mía: El artículo se ilustra con una fotografía de la caricatura de HUSAR, realizada por Leal en 1903, que está en el gabinete de casa en Baños.
El Bisabuelo está enterrado en el cementerio municipal de Baños, procedente del Castillo, junto con su suegra, mi tatarabuela Catalina Josefa del Mármol Salido, que también estaba en el Castillo y su hijo Joaquín Muñoz-Cobo Jiménez, mi tio abuelo, traslado que se hizo por mi padre y de cuyas lápidas me encargue yo personalmente.
[1] Se llamaba el periódico “El Husar”, aludiendo a los húsares, nombre que recibieron los políticos afectos al Sr. D. Francisco Romero Robledo.