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06 febrero 2011


CARRETERA DE BAILEN. BAÑOS DE LA ENCINA

Saliendo de la Plaza, entre el edificio de corros y los Juzgados, (recuerdo cuando había telégrafo y era Pedro Tendero, el funcionario, y pasar por allí y oír el tic, tic, del morse, y el aparato, precioso, dorado y reluciente, entraba a saludarlo, siempre contaba algo, entre cigarro y cigarro, y los telegramas azules, que escribía con pluma y tinta azul; a veces paseaba en la acera de las viudas, para estirar las piernas; al cerrar la oficina se iba al bar de Chapa, a tomar unos vinos, siempre solo) y la casa de las Muñequeras, sale la calle hacia los Turumbetes

Ante, en este edificio, que entrando por el Callejón del Castillo, está la Oficina de Turismo y arriba es la sala de ensayos de la Banda de Música, vivió, malvivió diría yo, la Crista, María, que iba por las casas, pidiendo: “señorita una poquita pringue”. Mi madre le daba una botella de aceite sacado del bidón. Luego le hicieron un cuartucho en la calle las Eras, que aún existe.

La calle es de portones y corrales, Muñequeras, las Viudas y más abajo, en la cochera más cercana al Mirasierra, tuvo muchos años la fragua, Blas Espinosa. Me gustaba ir y le daba con los pedales al fuelle, para atizar la fragua, se ponían los hierros, rejas del arado, sobre todo, al rojo y se oía el yunque: un golpe al yunque y otro al hierro, acompasado, como en el cante hondo, y saltaban las escorias, y chisporroteaba al meterlo en el bidón  de agua, y el humo, azulado, subía  poco a poco al techo.

Blas era un hombre muy curioso, con una filosofía muy especial, gran persona, buen mecánico, servicial con todos, y trabajador. Estaba soltero y vivía con los hermanos en el teléfono, y tenía pocas necesidades. Un día pasaba yo con mi padre, y estaba cerrando la fragua y le pregunto si asaba algo y le dijo “Don Juan (en privado le hablada de tu, como su hermano Francisco), ya he ganado 50 pesetas, y por hoy tengo bastante”.

El paisaje de la Llanada cambio radicalmente al cubrirse el cerro de calles y casas, a la derecha bajando está Mirasierra, que fue hotel, el primero que hubo en Baños, y hoy es un magnifico  bar y restaurante, con una comida casera magnifica, que sale de las manos de María Luisa. En la barra, Manolín, hijo de Mónica, hermano del Chato, y una gran persona.

Enfrente la Sindical, Cámara Agraria, hoy cedida a asociaciones, bar de la Casa del Pueblo y Peña Flamenca, “Antonio Laruta” y el mundo de Francisquin, con sus pájaros.
La tarde caía, el cielo se había azulado, el frío era intenso, aunque soportable y la vista se recreaba, con tantos y tantos colores.
Por delante del jardinillo, siempre tan cuidado y camino del Torreón, entré, en el callejón del Recuerdo.
 DMC