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02 enero 2010

CABALGATA DE REYES MAGOS EN BAÑOS

Vivíamos en Madrid, la Noche Buena, la pasábamos allí con los padres, y ya el mismo 26, en la “Pava” nos íbamos los 5 hermanos a Baños

Mi padre, del Cuerpo Técnico y jurídico de Correos, tendría las vacaciones después, estos dias eran de mucho trabajo.

Al llegar a Baños, la casa helada, pero éramos muy jóvenes, dormíamos vestidos y el agua de la ducha, era un tormento, pero en fin se le echaba valor y a ella. Poco a poco con la chimenea de la cocina y de la habitación de arriba, “el museo”, la casa se iba calentando.

Seria el año 1970 , y al no estar los padres eramos mas libres para celebrar el Fin de Año; una buena lumbre en la cocina, una pierna de carne de monte, para que cada uno se hiciera su filete a la brasa, cerveza y buenos cubatas, y claro música a todo trapo, que se oiría hasta en el Santo Cristo.

La casa estaba abierta, a todos, recuerdo a los Caleros, los Blancos, los Altozanos, La Rubia, Ortega, Caballero, Valle, Cózar, en fin toda la pandilla, y el “Valenciano” que no podía faltar, gran amigo de la familia.

Una de esas noches, se acercó ya pasadas las 12 la pareja de la Guardia Civil; llamaron y salimos; saludos felicitaciones por la fecha. Los invitamos a tomar algo, excusándose por estar de servicio, todo marchaba sin nivelas y les dijimos que bajaríamos la música.

Pasábamos la noche de primero de año, con buena música, carne exquisita, otras viandas (años que se hicieron migas, o conejos “al jarón”), buenos cubatas.

Ya en la tertulia, aquel año, se comentó que era una pena que en Baños no huibiera Cabalgata de Reyes, que los niños de nuestro pueblo no pudieran disfrutar de verlos por las calles, como en todos sitios, total, que, ya bastante eufóricos, nos comprometimos, casi nos juramentamos, para que este año, nosotros organizaríamos la Cabalgata.

Entre copa y copa y canción y canción llegó la mañana; unos se fueron a sus casa a dormir, otros a tomar churros y todo se quedó asi, bueno la casa de mis padres, como es lógico quedó…

Descansamos, nos seguimos viendo la pandilla y cuando nos dimos cuenta era ya 5 de enero; llamadas y cita después de la comida en casa de mis padres para planificar y ver con que efectivos teníamos: Dos mulas de la casa, y como faltaba una tercera conseguimos un borrico.

Ahora los Reyes, que se repartieron así: José Calero, Melchor, mi hermano Joaquín Gaspar, eligiendo para Baltasar a Juan Caballero. Nosotros haríamos de pajes y mozos, compraríamos caramelos de perra (500), para ir echando a los niños, teníamos que pedir permiso al Alcalde, que era Juan Antonio Azorit, en fin muchas cosas y poco tiempo.

Miguel Valle, va a su comercio y trae una caja de retales, las niñas del grupo cosen, planchan y se van haciendo coronas, trajes y capas, las barbas de pieles de conejo, y se cogen ramas de pino y lo que pillamos para adornar a las caballerías.

Hay un momento de duda, quizás de responsabilidad, y la ginebra vuela mas de la cuenta. De música solo tenemos en tambor, el de Bartolo, pero se ha corrido la voz y todo el pueblo esta expectante, y en la plaza se agolpan los niños y mayores.

Todo son carreras, se fina la hora de salida a las siete, todo esta preparado, las barbas de Melchor y Gaspar puestas, y se le pinta la cara de negro a Baltasar, pero al ir a pintarle los labios de rojo, se niega “los labios no”, al final lo convencimos.

Ya en el corral se organiza la comitiva y el orden, Reyes, pajes y acompañantes que íbamos de paisano , con capucha por el frío.

En un momento dado, Miguel Valle, empezó a darle al tambor, y Pedro Cózar abrió el portón de la casa, ya sin remedio, los Reyes en las calles de Baños, en la Calle de Santa Maria, llena de gente.

A llegar a la Plaza, era un gentío, y la primera parada en casa de Paco Valle, claro, donde Ana nos saco una bandeja de polvorones y licores. Oimos decir y no se me ha olvidado “¿Cómo van a volver?”

Carretera abajo, la Plazuela y a casa de Juan Antonio Azorit el Alcalde, a “pedir permiso”, mas anís y licores, retómanos la carretera hasta la Esquina de los Molinos, calle de la Cruz. Padres que ya sabían que estábamos en la calle, le acercaban los juguetes a los Reyes para que se los entregaran a sus hijos. Don Julio también abrió su casa y saco de todo, los que íbamos a pie soportábamos pero los montados ya el estomago era como una amasadora. Cuesta de los Herradores, Salsipuedes (como las procesiones), y Mestanza arriba, con el traqueteo de la cuesta y los trancos: la gente se agolpaba en las puertas en la Calle Ancha un gentío; mi hermano Joaquín tuvo que quedarse en la casa de Mama Paula, donde hicimos una parada técnica, y no podía, ni nosotros subirlo a la mula, mi hermana lo bajo en 600, a la cama directamente.

Dando la vuelta, como pudimos, los Reyes, pajes y acompañantes volvimos a la plaza. Aun tengo en mi retina los grupos de mujeres, en los pollos de las puertas, con toda sus almas aplaudiendo y gritando “Viva los Reyes Magos”, “Ya vienen los Reyes Magos”.

A Baltasar, lo bajamos en la lonjilla de casa entre varios; era Juan y abrazado al que podía para no caerse decía :“¡Cuánto te quiero Mari”!

Lo llevamos a la casa de Paquito Juan Rafael, la verdad que con el traqueteo del borrico, no se podía tener; entre cuatro lo subimos al piso de arriba y lo metimos en la cama, era la primera vez que se quedaba a dormir casa de la novia. Paquito quiso convidarnos también; no podíamos mas.

Fueron unos Reyes, una Cabalgata de Reyes grandiosa, fantástica, maravillosa, entrañable.

Al año siguiente se repitió, yo o estaba de oposiciones o quizás ya trabajando en la provincia de Huelva, y no asistí, pero a partir de ahí, ya el Ayuntamiento se hizo cargo de organizar la Cabalgata, como en cualquier pueblo de España.

Lo que es la ilusión, al día siguiente todo el pueblo nos había visto al grupo con ropajes suntuosos, con ropas magnificas, de hebreos, o de pastores.

Fue algo tan sencillo y tan bonito, tan entrañable, tan emocionante, que el borracherón, pronosticado al salir por la plaza, mereció la pena, por ver a aquellos niños temerosos, con los ojos como platos, a aquellos padres ilusionados con los regalos, a mujeres y hombres mayores gritando y aplaudiendo, como si fueran ellos los mas pequeños del pueblo, por ver a todo Baños en la calle vitoreando a Sus Majestades los Reyes de Oriente.

Fue una Cabalgata inolvidable.

DMC