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19 septiembre 2009

DIA DE LA VIRGEN DE LA ENCINA. RECUERDOS DE NIÑO

Hoy, primer día de Esclavos, se celebra la Virgen de la Encina, con Misa Solemne cantada y a continuación Procesión por la parte baja de Baños.

Recuerdo, cuando era niño, no llegaba ni a coger agua a la pila de la entrada, que me llevaba mi madre de la mano; cruzábamos la Plaza, con mas tranquilidad que ahora, aun estaba de tierra, y automóviles en el pueblo, había uno o dos, coches de caballos si recuerdo varios, y ya a lo lejos se oían los sones de la mini banda de música, que se acercaba carretera arriba hacia la parroquia con las Hermanas Mayores; era por la mañana, la procesión por la tarde.

Aun hacia calor, ese calor de final de septiembre, de los membrillos, que no es como el de agosto, pero si pegajoso, nos ponían lo mejorcito de nuestras ropas, que solía hacerlas Aguedica, que pasaba las tardes del verano de costura. Yo le enhebraba la aguja, ella tenia gafas compradas en la tienda de Pedro Ortega; allí tenia una pequeña colección de “lentes” y un cartel, con letras, para que se pudiera comprobar con las que se veía mejor. Era nuestro óptico en el pueblo.

La música había llegado la tarde anterior, y los chiquillos estábamos nerviosos esperando, ver el camión de Columpios que los traía, y como la pólvora, se extendía por el pueblo que ya habían llegado. Entraban en el Ayuntamiento a dejar sus cosas y se preparaban, para el primer pasacalle.

En la Plaza, en la acera de las Viudas, pero en la esquina se instalaban “las barcas”, eran dos, y aun oigo el ruido que hacían cuando el encargado les metía el freno, para que poco a poco perdieran velocidad. Donde estaba el Refugio, pegado a la lonja, los turrones, o cerca del Ayuntamiento, al lado del Bar de Chapa, en la esquina de mi casa, las patatas fritas, con una sartén que me parecía grañidísima, se oía el chisporrotear al ir echando las patatas cortadas y subían grandes “bocanadas” de humo., y se empezaba a oler a patatas recién fritas, doradas y crujientes. En la cochera de los Caleros o de las Viudas, la Tómbola. Chapa ponía mesas fuera y tanbien Segundo. En el atrio, en unos bancos de la iglesia tocaba la música en la verbena por la noche.

Pero la música también actuaba en la Iglesia, acompañando la “Misa de Angelis” en latín claro, desde el coro y el grupo de cantores; la Iglesia llena de fieles y el Altar también de sacerdotes y monaguillos, revestidos con los mejores ternos; hasta el pulpito se revestía con el color del día este caso el azul de la Virgen , y se sacaba el cáliz de oro, las vinajeras de plata sobredoras, los mejores copones, el incensario, ciriales y Cruz Parroquial, con la manga del mismo color azul.

La Misa, para mi que era un niño, duraba mucho, y con los calores algunas veces me mareaba, pero si las recuerdo con mucho colorido, con el olor del incienso y con toda la gente, con sus mejores ropas. Claro las mujeres con velo y manguitos y normalmente con medias.

A la salida de la Iglesia, en el atrio, se formaba, como ahora, una pequeña tertulia, pero yo salía corriendo para casa, para quitarme los zapatos y los calcetines blancos, que me molestarían, acostumbrados todo el verano a estar en zapatillas o con las sandalias.

Mientras se oía de nuevo a la música que, como sigue siendo costumbre, llevaba a la Hermana Mayor y acompañantes a su casa.

Antes de comer uno daba una vuelta por la plaza. Durante el verano había estado ahorrando perra a perra, en una hucha que me hacia Lechuga de contrachapado. Ya en vísperas de los Esclavos, con emoción, y con cierto temor, en la siesta me subía al corral, y en los escalones de salida, a la sombra, con una gran piedra, la abría. Siempre esperaba uno mas, pero me conformaba, con las tres, cuatro o quizás cinco pesetas que había ahorrado, quitándome de los piñones, de los martillicos de Cecilia, o de las galletas de coco, que eran mi debilidad y que compraba de una en una “anca” Pedro Ortega, cuando mis “caudales” me lo permitían.

Se comía a las dos y media en punto; mi padre dormía la siesta, y luego nos arreglaban para la procesión. Agua corriente no había, y un barreño se ponía al sol todo el día y allí “nos bañaban”, éramos seis hermanos, la merienda y ya arreglados (“niños no os manchéis”), para la procesión por la tarde, que la veíamos por la plaza y cuando pasaba de regreso delante de la casa. Los mayores y mis padres si acompañaban a la Virgen.

Una pequeña vuelta, alguna chuchería, cenar y a la cama. La música tocaba pasodobles desde el atrio y delante era el baile, chichillos, muchachos y mayores, se oia desde mi casa, pero yo ya estaba soñando con los angelitos.

¡Que tiempos aquellos!

DMC