Haciendo esquina se encuentra la casa blasonada, con los escudos de la familia de D. Enrique Muñoz-Cobo Jiménez, tío abuelo y mi padrino. La casa sufrió grandes trasformaciones, pues antiguamente tenía la entrada principal por el callejón y no por la Calle Mestanza como hoy.
Mi tío Enrique, al que no puedo recordar, pues murió cuando yo contaba con un año, era una persona afable, campechano y muy campero; tenía caballos y coches de caballos, que conducía con mano experta. Le ayudaba Antonio Checa, que lo tenía de cochero. Muchas veces en los largos veranos, (solo había un taxi en el pueblo) se salía con el coche de caballos al Cruce a llevar o a recoger a alguno de la familia que venía o se iba en “La Pava”. En el otro lado del cruce, dirección Madrid, había una encina grande, con unas piedras, alrededor del tronco, que servia para el descanso en las esperas. Cruzábamos la carretera con cuidado, pero pasaban muy pocos coches. La Pava, tenía un cisne muy grande pintado en los laterales, de ahí el apodo, paraba en el Cruce y se bajaban o subían los viajeros y regresábamos, sin prisa, a Baños.
Siguiendo el callejón, a la derecha están los corrales de la casa de las Marquesas de Busianos y los muros de la Iglesia de San Mateo. A la izquierda y lindando con la que era de mi padrino, la llamada la Casa Grande.
La Casa Grande casi abandonada hasta hace unos años, tuvo en la parte baja unas aulas donde daban clase los maestros, recuerdo cuando se llevaba el trigo, ya que estaba el almacén del Servicio Nacional del Trigo y en otros tiempos estuvieron los Servicios de Auxilio Social, donde se repartía la leche en polvo, la mantequilla, las judías pintas y algún que otro colchón de la ayuda americana.
La Casa perteneció desde el siglo XVIII a la familia Pérez de Vargas procedente de Andujar emparentada por enlaces matrimoniales con ilustres linajes de Baños. Su noble fachada de piedra de sillería con portalón adintelado, cornisa, columnas exentas a ambos lados con capiteles dóricos, basamentos salientes y gran ventana sobre la puerta coronada por friso rematado con pináculos semiembutidos y fecha en ambos AÑO 1724, en el marco de la ventana marcarones a ambos lados de figuras con cierto aire indiano y en el centro un relieve, parece con un anfora y otros elementos difíciles de distinguir; además hay dos ventanas más en el piso alto y otras tantas en el bajo y en la parte superior, emblema del Santo oficio -una cruz entre cirios- y a ambos lados de la puerta, sobre cartelas, escudos compuestos de los Molina de la Cerda, Caridad, Galindo, Carvajal y Padilla.
En el dintel hay un rosetón con motivo heráldico no bien visible y junto a la puerta, una piedra labrada que parece base de columna para ayudarse a montar a caballo.
Afea actualmente la fachada con piedra cortada con sierra y de un color que sabe a “nuevo” para la cochera bastante antiestético, abierto a mediados del siglo pasado y recientemente para mi gusto, muy mal resuelto. El interior de esta casa tuvo un magnifico patio porticado con columnas, desde donde arrancaba una estupenda escalera de piedra, hoy tristemente desaparecidos, llegando el edificio primitivo hasta la Cuesta de los Herradores. Parece ser que en esas casas vivian de los trabajadores de la casa
A mediados del siglo XVIII, cuando se hizo el censo llamado del marqués de la Ensenada, vivía en esta casa doña Francisca Luisa de Molina de la Cerda y Soriano, viuda de don Manuel Zambrana Dávalos, y como no tuvieron descendencia, pasó la casa por herencias y enlaces matrimoniales a la familia Pérez de Vargas. Su prestancia y estilo merecía una mejor restauración.
Al final la casa y tienda de Pedro Ortega, hoy “del Chato”, y el Pilar. Es una pena que no tenga agua. Recuerdo de pequeño, por la tarde y noche acercaban los muleros a las bestias, a beber agua.
¿No es posible que en el Pilar de nuevo corra el agua? Sin duda el agua, debe estar dando humedades a los vecinos. Poco a poco vamos dejando las cosas
DMC
[Datos sacados de “Juan Muñoz-Cobo “Baños de la Encina. Un poema de piedra y cal”.1997. Inédito]