LA BERREA EN BAÑOS DE LA ENCINA
Aun se oyen y se ven a los ciervos berreando, en la sierra de Baños, el Fiscalejo es una delicia, un ensueño.
Salíamos después de comer, la tarde estaba muy agradable y soleada; El paso del muro del Embalse del Rumblar siempre me impone, y de noche me sobrecoge; este año esta tan lleno que es un deleite mirar cualquiera de sus colas.
La carretera, ya en los Llano esta con muchos baches, duerme el agua y de pasar y pasar se van formando; recuerdo que a mi padre ya en los últimos tiempos le molestaba, y aunque le gustaba tanto pasear por la sierra, dejamos de llevarlo, quedaba agotado del traqueteo.
Santa Amalia y nada más traspasar la puerta canadiense, en ese paraje de claros y pasto verde precioso, las primeras ciervas, con sus crías; en los pilares ya buenos venados, que unos se asusten y otros miran con descaro, sin asustarse del coche, el olor de los humanos y el clic, clic de la máquina fotográfica.
Subimos a Gorgogil, el agua, los alcornoques, unos madroños impresionantes, los helechos se han secado y contrastan su color agostado con los verdes de chaparros, alcornoques y zarzas; setas, y bellota en el suelo.
Al bajar un ciervo elegante nos mira descarado, arriba se recortan, se oye el bramido de la berrea. El macho se da a conocer entre las hembras y pelea con los iguales.
Vemos un grupo de varetos, jóvenes, inexpertos, pero fogosos, le llama la sangre, el celo y se enfrentan entre ellos; se oyen los golpes de los cuernos, se enlazan, se yerguen, se retiran unos metros, respiran hondo, de miran y vuelven a la lucha. El vencido huirá humillado y el vencedor orgulloso, levantando la testuz, se pavonea y se quedara con las ciervas para cubrirlas.
Se vuelve satisfecho, feliz de ver tanta belleza, las reses sueltos en su medio; el campo con mil colores; el silencio, las nubes juguetonas.
Como final esta foto curiosa, dos ciervas; dan la sensación de estar entrelazadas. Uno se sorprende todos los días con la naturaleza.
Siempre les invito a darse un paseo por la sierra; ahora aun con la berrea, pero siempre, siempre se sorprenderán.
Al volver, subiendo desde el muro del Rumblar, el sol se empieza a esconder; el cielo es una ascua, las nubecillas contras, se queda uno ciego, pero de mil colores, de tanta belleza, se tanta serenidad.
DMC