Desde la Plaza, bajando por Fugitivos y El Huérfano, llegamos a la Calle Las Eras, la parte baja del pueblo, en las laderas del Castillo, la zona de la cestería; barrio judío y artesano. Las calles y las casas han ido mejorando y la zona tiene unas estupendas vistas al Ruedo por un lado y a la Iglesia de San Mateo y Castillo, por el otro.
Por la calle las Eras se va a las “Eras de Casa”. Ya hace muchos años que no hay ERAS, ya hace muchos años que los niños no saben lo que es una era, y sobre todo no han podido experimentar los juegos en las eras. Las “eras de casa”, al final de la Calle las Eras, las eras en el Quirón, que ocupa parte de la Cooperativa de abajo, la era de las Viudas en el Ruedo y el resto diseminadas en el llano del Santo Cristo.
Recuerdo las faenas de la era y me gustaba ir y pasar las tardes, bajo el sol de Baños, sentado en el trillo, con mi sombrero de paja, dando vueltas y vueltas, de manera cansina, pero feliz, arreando a las mujas y sintiendo como si llevaras una cuadriga en el Circo Romano.
La era dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que es “un espacio de tierra limpia y firme, algunas veces empedrado, donde se trillan las mieses”. En Baños todas las eras conocidas estaban empedradas y tenían forma redondeada.
Pero para llegar a la era, primero había que segar, que se hacia a mano. La siega, según los años, duraba de San Juan a Santiago y para ello se usaban las hoces, con diversas formas y maneras, la de dientes y la llamada gallega. Se tenia mucho cuidado para llevarlas forradas, con fundas, generalmente de tela y en algunos casos de cuero. La mano izquierda se protegía con diversos artilugios.
Así se iban dejando en el suelo, con un orden establecido, las gavillas para ir formando luego los haces, una vez atadas, colocadas las gavillas una con las espigas a un lado y las otras al otro.
El trabajo era muy duro, lento y pesado y se paraba para la comida. Se llevaba la “talega” y se buscaba una sombra donde se podía.
Terminada la siega, los haces se acarreaban a la era en las diversas caballerías, mulas, caballos o burros y se iban haciendo las hacinas de trigo, cebada o avena que nos servían a los niños para jugar.
Se tendían los haces en la era, se desataban y con las horcas o los bieldos se iban extendiendo y se preparaba el trillo. Normalmente los haces se aplanaban, primeros con la yunta y a continuación se iniciaba a dar vueltas y vueltas, generalmente lo conducía un chiquillo, pues era trabajo sencillo, pero pesado y cansino. A todos nos gustaba esta tarea, que duraba varios días, según la cantidad que se iba a trillar. Cada cierto tiempo había que darle la vuelta a la parva, para que las gavillas que estaban debajo, al pasar a la superficie pudieran ser cortadas pr las cuchillas. Las primeras vueltas se hacían con las horcas, para las ultimas se usaba la pala, que sacaba las espigas que se quedaban pegadas a las piedras del suelo.
Así en la trilla veíamos a la yunta dando vueltas sobre la parva con un trote corto; el muchacho con su sombrero de paja, camisa ancha, suelta y con manga larga, sentado en el trillo, con las riendas en la izquierda y una especie de látigo para amenazar, blandir y crujir sobre todo cuando el ritmo de las caballerías decaía.
Para amontonar la paja ya trillada, se utilizaba la rastra; era un tronco de manera sujeto por sus extremos a unos ramales atados a las caballerías. Dos personas al menos para equilibrar la carga, (a mi me encantaba recoger la parva también) se colocaban encina y agarrados donde podían, se iba recorriendo en varios viajes la era hasta amontonar toda la paja en el sitio donde se iba a aventar. Recogida la parva, se barría para que no quedara ningún grano, empleando las escobas de retama.
Ahora a esperar el viento favorable para aventar. Esto suponía separar el grano de la paja con la ayuda del viento. Con la horca relanzaba la paja mezclada con el grano hacia arriba; el viento llevaba la paja a unos metros, dejando caer a plomo el grano. Poco a poca iba a pereciendo el grano y formadse el “pez” dorado. Ya al final se cambiaba la horca por la pala y ya formado el pez totalmente se emezaba a llenar los sacos con la “media”. Al final para no llevar la tierra y el polvillo se cribaba el grano y quedaba totalmente limpio y se llevaba a la cámara, para su almacenaje. La paja se metía en las barcinas y al pajar, para añadir al grano cuando se daba de comer a las mulas en la cuadra. La paja bajaba por la piquera a la cuadra, para mezclar en los pesebres y también cubrir “la cama” de los animales.
En la era de la familia, estaba al frente de ella, ”El Chache”, (padre de Checa) que vivía allí y recuerdo el gazpacho (mas bien gazpachuelo, pues tenia aceite, vinagre y sal), pero que a la sombra del sombrajo, estaba muy fresco y apetecible con aquellos calores y aquel polvillo picón de la paja.
Era habitual gastar las bromas e inocentadas a los nuevos es esas faenas. Recuerdo la que se hacia, en los días con el viento en calma. Se mandaba a uno de los muchachos a la era mas próxima a pedir el “Nivel del Aire”. Como todos conocían la broma, procurando que no los descubrieran con sus risas, le metían en un saco, un eje viejo de un carro y un par de peñones. El pobre muchacho iba derrengado por el peso y cuando ya estaba, sudoroso y cansado, llegando a su era, salían de las dos eras los hombres gritando y diciendo chanzas, ante el asombro del pobre muchacho, que tiraba el artilugio muy cabreado, enfado que se le pasaba al momento, al darse cuenta de que era una broma.
Hoy todo esto es desconocido para nuestro pueblo de Baños. En Tenerife el pasado día 27 de julio de este año del Señor de 2008, se celebró el “Día de la Trilla” de la localidad de El Tanque con asistencia de esta XII edición de mas de 1.500 personas, entre las que destacaba, en esta ocasión, el Presidente del Gobierno Autónomo de Canarias D. Paulino Rivero.
DMC