LAS SIESTAS EN BAÑOS
Eran mortales de necesidad; el calor, el bochorno y el aburrimiento, hacia que fueran eternas, los hermanos terminábamos peleados, y mi padre se asomaba a la baranda de la escalera, para decirnos que no le dejábamos dar una cabezada.
Nos tirábamos en el portal de la casa, en el suelo, mas fresco y allí diableando esperábamos, que al menos dieran, las cinco para con el sombrero de paja obligatorio bajar a la huerta de la casa; allí la alberca, los canteros, las sombras, la fruta, el diablear sin sujeción y el disfrutar, de todo aquello, pese al enfado de Rafael Díaz, el Municipal” y Juanaco, que eran los hortelanos.
Me ha venido a la memoria este romancillo, que de la siesta, escribió mi padre, en el año 1969, en agosto, desde Madrid, recordando las siestas en Baños
ROMANCILLO DE SIESTA. BAÑOS. JUAN MUÑOZ-COBO
Casas blancas con balcones
donde estallan, los geranios.
En los patios, las higueras
hierven de higos y de pájaros
una palmera alza al cielo
su plumero desflecado.
Es la siesta…. En una sombra
de la acera carleando
hay un podenquillo rubio
y juegan unos muchachos.
¡A la cal blaca, mujeres!
¡Pucheros y orzas!, gritando
vendedores soñolientos,
se paran a echar un trago.
El reloj de la parroquia
da las tres, acompasado;
una yunta lleva paja;
las avispas en el caño
de la fuente, de amontonan
formando un rum , rum extraño,
y yo pensativo siempre,
con sueño, estoy desvelado
entre mil cosas extrañas,
- versos, historias y pájaros,
palmeras, torres y almenas,
hechos de armas lejanos –
a la sombra del Castillo.
Del castillo milenario …
DMC.