Mi padre contaba, que su abuelo Diego, fallecido en Baños el 9 de febrero de 1918, le habia dicho en varias ocasiones que la Virgen de los Dolores era obra de finales del siglo XVIII, del escultor y pintor JUAN DE ASTORGA CUBERO, perteneciente al protobarroco que cultivó con éxito. Había nacido en Archidona, ciudad malagueña en 1.777 y a los 20 años se traslada a Sevilla para estudiar en la Real Escuela de las Tres Nobles Artes. Su formación artística, junto al clasicismo de Blas Molner, del que fue seguidor, tuvo influencias del barroco tardío de Cristóbal Ramos (1725-1799) y murió en Sevilla en 1849, con 72 años.
En la página Web http://www.lahornacina.com/ se señala que “la obra de Astorga supone uno de los mejores ejemplos del desarrollo del estilo romántico en la imaginería religiosa, a medio camino entre las formas exquisitas y de serena belleza, la aristocracia del neoclasicismo y las reminiscencias de los grandes maestros del barroco. Tan dulces y refinadas maneras encuentran su mejor cauce en sus creaciones marianas, especialmente a la hora de aunar magistralmente una profunda angustia con un canon de idealizada hermosura en sus Dolorosas”. Y eso es lo que le sucede a nuestra Virgen de los Dolores, aúna la belleza con la amargura.
Parece un designio providencial, que se salvara el rostro de esta imagen por dos veces, porque en la Cuaresma de 1933, cuando estaba preparada en el Santuario para trasladarla a la Parroquia, donde se celebraba el Septenario, entraron unos desalmados y le pusieron un petardo, que chamuscó cara y manos y quemó sus vestiduras. El pueblo estaba muy exaltado y tuvo que venir una sección de la Guardia de Asalto de Jaén, para mantener el orden. Aquella misma tarde se llevó a la Parroquia, acompañada de muchos fieles.
Terminado el Septenario se mandó a Granada donde la restauró el escultor Navas Parejo (1883-1953), malagueño de nacimiento y granadino de formación. Con solo 22 años es nombrado profesor meritorio de los talleres de escultura de de Escuela de Bellas Artes y Artes Industriales de Granada. Tuvo infinidad de premios y una extensísima obra, destacando por afinidad y proximidad, el encargo que se le hace en 1944 para la reconstrucción del Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, consistente en un retablo, una imagen de la Virgen desaparecida y unas andas-trono para la procesión de la Romería.
Se trata de una de las imágenes llamadas “de vestir” y se salvó la cabeza de la vorágine injustificada de 1936, porque un hombre de Montizón, del “culto” dice Mary Gomez Ortega, la recogió medio chamuscada en la plaza y se la entregó en la casa de sus abuelos Miguel y Mercedes, en la calle de la Amargura. La escondieron con sumo respeto y veneración, al reconocer que esos restos eran de la Virgen de los Dolores y en 1939, terminada la Guerra Civil, la entregaron a las Camareras, que la enviaron para restaurar, haciéndole nuevas manos que se habían perdido.
Se destruyeron también los retablos de la Parroquia de San Mateo, del Santuario de Jesús del Llano y de la Virgen de la Encina, así como la totalidad de las imágenes existentes, algunas de gran valor.
Se destruyeron también los retablos de la Parroquia de San Mateo, del Santuario de Jesús del Llano y de la Virgen de la Encina, así como la totalidad de las imágenes existentes, algunas de gran valor.
¡Triste página para Baños de la Encina! Hay que conocerla, para olvidarla y para que no se repita.
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