UNA MAÑANA CUALQUIERA.
Monumento a la Virgen de Candelaria
De pensionista se tiene más tiempo, bueno se tiene todo el tiempo, aunque se hacen cosas, se ayuda en la casa en lo que se puede, poner la lavadora y tender, hacer las comprillas diarias, como la fruta, el pan, y a primera hora sacar a la perrilla a dar su primer paseo. Es bueno porque se hace también ejercicio.
Mi calle
Uno se da cuenta que la vida es pura rutina; sales de casa y ves a la gente con unas bolsas grandes de papel en la mano. Son radiografías. Claro, van a lo que llaman “Tribunal médico”, que está en los bajo de mi casa, es la EVI (Entidad de Evaluación de Incapacidades). Por la otra acera, muchos extranjeros, no comunitarios; van a Emigración; gentes de todas las razas y colores, muchos sudamericanos, pero también asiáticos y africanos. En sus caras se ve la preocupación, de su situación en España, de lo que le van a resolver. ¿Le darán los papeles, el permiso de trabajo, podrán reagrupar a su familia? Situaciones difíciles. Trágicas a veces.
Ves a la funcionaria, que esta fuera de la oficina, fumando su cigarrillo, al pequeño grupo en el bar desayunando; al repartidor, que ha dejado el furgón, donde pudo y corre, para que no le pongan la multa; al cartero, con su carrito amarillo; te cruzas con otros perros, se miran, se gruñen, se huelen, es su saludo.
Los taxis en la parada, esperando los pasajeros, las entidades financieras, recibiendo clientes, la farmacia, con su luz verde dentro de la cruz centelleante, que te llama. Los obreros descansando, es la hora del bocadillo; a veces da envidia verlos comer, con esas ganas…, en el kiosco, la prensa, pero también el bono de la “guagua”, las chucherías, el bollo de pan e incluso el bocadillo para el desayuno.
En la alameda, limpian; la zona de los niños (foso de arena y pulpo) esta desierta; algún indigente en su banco donde pasaría la noche; algunas personas salen del parking con prisa, llegan tarde.
En la Plaza de España, un operario, con sombrero de paja barre los bordes del lago y a las 10 en punto, el geiser, lanza su chorro de agua a 35 metros de altura, formando una cortina con la suave brisa. Las terrazas con los desayunos y el café. Me cruzo con oleadas de turistas que llegaron en los cruceros, que van haciendo fotos a todo lo que encuentran y se desparraman por la ciudad; unos puestos de atención les han facilitado ya los planos y le han señalado los lugares interesantes de visitar.
A las 10,15 llega el Ferry de la Compañía Fred Olsen desde Agaete, en Gran Canaria, hora y cuarto de travesía, con capacidad para 1000 pasajeros y unos 200 coches o equivalentes. La maniobra es perfecta, sincronizada, los amarradores en su sitio, las tachas en los noráis y al momento empiezan a salir del garaje, coches, camiones contenedores, furgones, y a bajar el pasaje por la escala. Allí suelto a la perra y corretea, se asoma también, por la barandilla a ver el trasiego.
Son las diez y media, casi una hora de paseo, regreso a casa, a leer, oír música, o hacer algún otro “mandado”.
Estas son las mañanas, agradables de pasear, con buen clima y junto al mar.
DMC.
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