MENSAJE DE NAVIDAD DE BENEDICTO XVI
En la tarde del miércoles 7 de diciembre, Benedicto XVI
encendió el árbol de Navidad más grande del mundo. Previamente, dijo unas
palabras:
"Antes de encender el árbol quisiera expresar tres
deseos (...). Cuando lo miramos, nuestros ojos se dirigen hacia arriba, hacia
el cielo, hacia el mundo de Dios. Mi primer deseo es, por lo tanto, que nuestra
mirada, la de la mente y la del corazón, no se detenga solamente en el
horizonte de este mundo, en las cosas materiales, sino que sea de alguna forma
como este árbol, que tienda hacia arriba, que se dirija a Dios. Dios nunca nos
olvida, pero también nos pide que no nos olvidemos de Él".
"El Evangelio narra que en la noche santa de Navidad
una luz envolvió a los pastores, anunciándoles una gran alegría: el nacimiento
de Jesús, de Aquel que nos trajo la luz, más aún, de Aquel que es la luz
verdadera que ilumina a todos. El gran árbol que encenderé dentro de poco (...)
iluminará con su luz la oscuridad de la noche".
"El segundo deseo es que nos recuerde que también
nosotros necesitamos una luz que ilumine el camino de nuestra vida y nos de
esperanza, especialmente en esta época en que sentimos tanto el peso de las
dificultades, de los problemas, de los sufrimientos, y parece que nos envuelve
un velo de tinieblas. Pero ¿qué luz puede iluminar verdaderamente nuestro
corazón y darnos una esperanza firme y segura? Es el Niño que contemplamos en
la Navidad santa, en un pobre y humilde pesebre, porque es el Señor que se
acerca a cada uno de nosotros y pide que lo acojamos nuevamente en nuestra
vida, nos pide que lo queramos, que tengamos confianza en Él, que sintamos su
presencia que nos acompaña, nos sostiene y nos ayuda".
"Pero este árbol tan grande lo forman muchas luces. El
último deseo es que cada uno de nosotros aporte algo de luz en los ambientes en
que vive: en la familia, en el trabajo, en el barrio, en los pueblos, en las
ciudades. Que cada uno sea una luz para quien tiene al lado; que deje de lado
el egoísmo que, tan a menudo, cierra el corazón y lleva a pensar sólo en uno
mismo; que preste más atención a los demás, que los ame más. Cualquier pequeño
gesto de bondad es como una luz de este gran árbol: junto con las otras luces
ilumina la oscuridad de la noche, incluso de la noche más oscura".
DMC
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