Con Miguel Ruiz, hoy sacerdote y Pedro Cózar |
Pese al peligro evidente si no se sabia nadar bien, las colas, nuestras colas del pantano era nuestro mar interior. Cuando ya, acompañado de al menos un adulto de las colabas, te daban el alta.
La bajada de los Turumbetes o Las Colmenillas, que había que pasar por el Pilarejo de la famosa "encanta" que nunca vimos con el cantar de las chicharras entre las adelfas.
Frente a la fuente Cayetana estaban los cabeceros, conocíamos bien el sitio para no partirnos la crisma, magníficos trampolines, donde ejercitábamos nuestras dotes.
El agua maravillosa y las pizarras ardiendo y cortantes de ahí las sandalias de goma.
Se oía a alguna madre llamando a su hijo y amenazándole de que cuando subiera le iba a poner el culo colorado con el alpargate.
A las dos al oír las campanas corriendo hacia el pueblo, sudorosos y calurosos, pero se pasaba bien, se nadaba y se hacia mucho ejercicio
DMC
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