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09 agosto 2010

PADRINO, NO LO GASTE EN VINO.

No sé por qué razón hoy recordé mi Bautizo. Nací un día  especial. El 7 de junio de 1944, la noche del seis al siete se había producido un hecho importantísimo para la Historia, y para la Historia de Europa trascendental, era el Día D. Desembarco de Normandía, para liberar a Europa del poder de Hitler. Se unieron las fuerzas aliadas, americanas, canadienses, e inglesas sobre todo e iniciaron la reconquista de Europa, con miles y miles de muertos, dejando un paisaje de cementerios de horror.
Mi padrino. Tío Enrique
También sé que era miércoles, víspera del Corpus Cristi, ya que por ser esa gran festividad me bautizaron, al día siguiente de mi nacimiento. Mis padrinos fueron mis tios abuelos Doña Concha y Don Enrique Muñoz-Cobo Jiménez y queda de aquel día esta fotografía. Mi madrina me tiene en brazos y acompaña en padrino, su mujer Dora Sara Hernández, sus tres hijos Diego, Enrique y Juanito, mi tío Paco, hermano de mi padre, que casaría y viviría en Gijón, y mi tío  Don Joaquín Jiménez Brull, que vivió en la calle de Mestanza, frente al cuartel.
De 3 meses
Me bautizo Don Francisco Parras Martos, que estuvo de párroco de 1933 a 1946.

Cuando tenía 4 meses mis padres pusieron casa en Sevilla y todos nos fuimos para allá. Ya empezaba mi emigración, recordando a tantos otros, en estos días que se celebraran las Fiestas del Emigrante.

Vivimos en la calle Juan Rabadan, en el Barrio de San Vicente, junto a La Barqueta  y a la plaza de San Lorenzo, donde se guardaba y veneraba la imagen de Jesús del Gran Poder, luego aneja le hicieron Capilla propia.

Jugábamos en aquella plaza, sin peligro, nos llevaba uno de las muchachas, que estaban con nosotros de Baños, claro, y algunos días se celebraban bautizos. Al terminar y salir a la plaza la comitiva, con el neófito, todos los chiquillos cantábamos: ”Padrino no se lo gaste en vino, gásteselo en galletas, para los niños de teta”. El padrino llevaba unos cucuruchos de perras y perrillas, y nos las tiraba; regresábamos a casa ya anochecido y cansados de jugar y correr, tan contentos con las dos o tres perras que habíamos cogido en el revuelo.
Mi madrina, tía Concha
Por eso uno mi bautizo, del que, al ser muy fantástico de chico decía ya con 4 ó 5 años que me acordaba de ese día  y que había  tomado chocolate, y galletas, lo uno digo, con los que si recuerdo de Sevilla y las perras gordas que cogíamos.
DMC

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