En Baños se chico pasé bastante miedo. Y era lógico. No había casi luz por las calles. En la plaza una "bujía", como decían los mayores, en la esquina de Santa María y otra por el Ayuntamiento.
Cuando caían cuatro gotas o soplaba un poco de viento, se iba la luz. En las casas se encendían los cabos de vela, los candiles, las velones o las torcías en un plato. Al moverse las llamas daba mucho mas miedo y rezaba a las Animas del Purgatorio
Las historias y cuentos era de miedo "La muchacha de los brazos cortados", o aquel cuento en el que subía, poco a poco por la escalera una sombra alargada a la habitación a donde estaba la muchacha, y otros muchos.
Pero es que ademas, teníamos el Castillo cementerio en la zona de nuestros juegos. Entrabamos sin dificultad, y todos los chiquillos de Baños, conocimos a la niña de la entrada, al cajetón de la " Niña Agustina", el Guardia Civil y lo que se decía del reloj. lo que se decía de cuando enterraron a Salvaje, que la caja rodó y rodó, dando tumbos...
Había que ser ademas bastante "macho" siendo niños.
Nos sentábamos en el tranco de entrada a la Parroquia de san Mateo, y se jugaba a los "santos", o a las chapas, pero alguien decía: "Fulano, no eres capaz de subir a la Almena Gorda y encender una cerilla". Que si, que no, que si eres un mariquita o una niña y entonces, ciscados de miedo, cogías la caja de mixtos, y a lo alto del Castillo, donde temblando encendías la cerilla.
Bajábamos corriendo y eramos recibidos como grandes héroes en el atrio de la Iglesia
Había otra prueba de hombría, mas dura, y era ir al cementerio, de noche claro, y anudar en la reja de la puerta un pañuelo.
Y pese al miedo, para no quedar mal y ser mas, íbamos. Al recordar aquello me vienen a la memoria las "Leyendas de Bécquer", que en aquellas noches de viento frio, camino del cementerio, moría de miedo y por la mañana era encontrada la muchacha.
DMC
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