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13 enero 2011

POR LA CALLE DE LAS ERAS Y CESTERÍA

Fueron unas calles muy queridas y transitadas de pequeño y muchacho; en verano íbamos a la huerta de mis padres todas las tardes y era el camino natural desde casa, Fugitivos, Huérfano, las Eras al campo.

Pasábamos por la que era Travesía de la Trinidad, donde estaba el Molino de aceite de la familia, “San Enrique”. En época de recolección y molienda, le bajábamos a mi padre la comida, pues pasaba todo el día allí, al tanto de todo, asientos de entrada, báscula, análisis en el pequeño laboratorio, tratantes de aceites, y en la mesa del despacho almorzaba.

En las Eras estaba la Casa parroquial, modesta, como las de la zona; un pequeño tranco a la entrada de piedra, y el pasillo de chinolas para las caballerías hacia el patio, a los lados las habitaciones, próximo al patio la cocina de leña y una palangana con su jarro para el agua, la toalla, el jabón hecho en casa estropajo y un espejo colgado de una punta, generalmente con una guita, el retrete (pozo ciego, hasta que se canalizaron las madres) estaba a la salida del corral, en un pequeño cuartucho, con puerta y ventanuco, sin luz claro.

Allí asistía a las clases que daba Don Manuel Álvarez que me preparaba para el examen de ingreso.

Entrando a la derecha, tenía su despacho, con los libros de la parroquia, Bautizos, Bodas y defunciones en unas estanterías renegridas y en unas mesitas trabajábamos los alumnos.

Había varios turnos, de mañana, de tarde y ya de noche, para los muchachos que trabajaban y que iban, al volver al pueblo, asearse, cenar, pues  terminaban los muchachos muy tarde.

Don Manuel era muy buen profesor, pero muy exigente y generoso, como pocos; ponía los lápices, los cuadernos y todo el material necesario, y sabía mucho de todo. En su formación había estado como alumno en Roma, y esa época eran muy pocos y muy buenos los que eran becados.

Hoy las casas, el mismo piso de las calles han mejorado y han cambiado, sin duda se ha notado mucho más los cambios en  estos signos del bienestar, que en la cultura o en la misma educación.

Hoy  se disfruta con el paseo, recordando las casillas de antaño. Casas de dos pisos, buena rejería, normalmente, materiales nobles, y amplitud, que por lo que se ve por fuera, se hace uno idea de cómo serán por dentro.

La Trinidad y estas calles fueron en su momento la salida al Camino de Linares, con trasiego de gentes, arrieros, carruajes, mendigos que iban andando, con su mochila y chaquetón terciado, con la cuchara atada al cinto, su lata para beber y bastante miseria, caminantes, frailes mendicantes, vendedores de fruslerías.


Cuantas historias y cuentos, aventuras, sucesos vivieron esas piedras centenarias, en un pueblo como el nuestro, Milenario por su Castillo, y cargado de historia, personajes, correrías, gentes y ese  florecimiento de la ganadería,  que llevaría a que podamos decir sin rubor, que  los siglos XVII y XVIII, fueron  los Siglos de Oro de Baños.

DMC

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿y sus gentes? que buena gente vive y ha vivido siempre en lacalle de las eras